El 13 de noviembre del 2002 comenzaba una de las peores catástrofes ecológicas, económicas y sociales para los gallegos en los últimos años. Poco después de las 3 de la tarde, un buque petrolero cargado hasta los topes de crudo mandaba un SOS desde su posición, a 52 kilómetros de la costa de Fisterra. Debido a un fuerte temporal, acababan de sufrir una vía de agua en el casco. El casco de un barco de 28 años de antigüedad que llevaba años sin pasar una revisión. La mañana del 19 de noviembre, apenas una semana después de esa llamada de auxilio, el Prestige se partió en dos, a 250 kilómetros de la costa, en un vano intento de alejarlo de tierra firme.
El Prestige se partió en dos la mañana del 19 de noviembre de 2002 |
77.000 toneladas de crudo alcanzaron las costas gallegas, carga que llevaba escapándose del barco desde el día 13, y que siguió haciéndolo hasta mucho después de su hundimiento.
La respuesta social ante esta catástrofe fue absolutamente demoledora. Pese a mi corta edad -12 primaveritas muy bien llevadas- viví muy de cerca todo el desastre. ¿Mis primeras manifestaciones? Las del Prestige. Aparte de las que se convocaban día si y día también en Vigo, recuerdo la que se celebró en Santiago -¿una de las más multitudinarias que se hayan hecho jamás en Galicia? posiblemente- que se convirtió en una marea de paraguas. Aún recuerdo las consignas que se gritaban -'El del bigote, que limpie el chapapote', 'Fraga, Aznar, a mesma merda é', 'A culpa de quen é? do governo do PP', 'Fraga vai de cacería mentres morre a nosa ría'-, aquella sensación de entrar en una abarrotada plaza do Obradoiro... Fueron las de 'Nunca Máis' las primeras pegatinas reivindicativas que llevé en mi vida, la primera bandera que colgué en mi ventana.
Yo sólo tenía 12 años, y no había mucho más que pudiese hacer. Pero miles, ¿que miles? cientos de miles de personas se convierton en héroes anónimos. Personas de todas partes de Galicia, de España, de Europa, ¡del mundo!, se acercaron hasta las costas gallegas para poner su granito de arena en la limpieza de las playas. Aprovechando un fin de semana, un puente, sus vacaciones, algunos incluso perdiendo sus trabajos, la caravana de personas que vinieron fue interminable. Personas muchas veces sin ninguna vinculación a Galicia, pero que veían la necesidad de colaborar en lo que fuese posible. Sin su ayuda desinteresada, el litoral posiblemente seguiría completamente negro a día de hoy. Las imágenes de estos voluntarios vestidos de blanco dieron la vuelta al mundo.
A ellos va dedicado Marea Blanca, un documental dirigido por Isabel Coixet y esponsorizado por la plataforma Save the beach de la cervecera Coronita. Hoy he tenido la oportunidad de ir a verlo al Museo de Arte Contemporáneo de Vigo (MARCO) que lo proyectó durante todo el día dentro de la programación de su X aniversario (casualmente, el museo abrió sus puertas por primera vez ese mismo 13 de noviembre que Galicia recibió la llamada de socorro del Prestige).
Nuria, Nacho y Soledad, tres de los voluntarios que aparecen en el documental |
A pesar de que los protagonistas del documental son los más de trescientos mil voluntarios que llegaron de todas partes del mundo llamados por una causa común, tal vez le resultase un poco complicado a Coixet hablar con todos, así que narra la historia a través de entrevistas con algunos de ellos: Soledad, que dejó su trabajo en Extremadura para limpiar las playas gallegas y que se acabó quedando para siempre, acompañada de su hija, fruto de la relación con otro voluntario, Alegría Fisterra. Nuria, catalana, y Nacho, pescador de la cofradía de Muxía, que a día de hoy están casados. Sven, un alemán que pasó tres años limpiando las playas y que también se ha quedado en Galicia. Rustan, natural de Kazajistán, la noticia lo pilló en Ucrania y, a pesar de no saber nada de español, decidió echarse el petate a la cabeza y venirse. Como otros, los cuatro días que iba a pasar de voluntario se convirtieron en una vida en Galicia.
Aparte de los voluntarios llegados de todo el mundo, Coixet también recoge los testimonios de Jose Luís, Jose Manuel y Nacho, gallegos anónimos que como muchos otros, sufrieron al ver su amada tierra cubierta de un manto negro.
Cada mañana al levantarse, las playas volvían a estar negras |
Todos ellos recuerdan con emociones encontradas los días pasados en las playas. El dolor de ver las costas así, las fuerzas sacadas de quien-sabe-dónde para retirar chapapote durante más de seis horas diarias, la satisfacción al caer la noche y ver todo lo que habían retirado, la desesperación al descubrir que la mañana siguiente todo volvía a ser negro... pero sobre todo, las ganas constantes de luchar, de trabajar de sol a sol sin sentir el cansancio. Algo que no se podía decir de las personas que estaban allí recibiendo un pago por hacerlo. Ellos lo hacían porque querían, y así es como mejor se hacen las cosas.
Todo esto da lugar a media hora de belleza y emotividad intercalada con un desgarrador poema de Antón Reixa, titulado Mar de mans, que llega a poner los pelos de punta en algún momento. Precioso, perfecto. Es solo un pequeño homenaje a todas esas personas que parece mentira que haya tardado diez años en hacerse realidad. Por primera vez, dejamos de un lado la crítica política -que no digo que no haya que hacerla, todo lo contrario- para centrarnos en ellos, en esos héroes anónimos. No solo se merecen esto, se merecen mucho más. Y que dentro de muchísimos años, sigamos recordando la respuesta social que se produjo.
El documental lo podeis ver la página de Save de Beach de Coronita
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